El Papa intenta acabar con el cabreo por los abusos de los curas pederastas en Irlanda con una carta


Tras unas semanas que el Vaticano ha vivido como un asedio, el Papa firmará hoy –y hará pública mañana– una pastoral dirigida no a todos los católicos, sino solo a los de Irlanda, sobre todo a los de la diócesis de Dublín, una de las más afectadas por los abusos sexuales de menores (300 casos a manos de 46 eclesiásticos en 30 años). «Leedla con el corazón abierto y con espíritu de fe», ha pedido Benedicto XVI a los destinatarios.
La carta no terminará con el conflicto a raíz del alud de casos de abusos en todo el mundo, que llevan directamente al debate sobre un cambio en el celibato de los sacerdotes de la Iglesia de Roma, obligatorio por ley. Los católicos de rito griego, en cambio, se pueden casar, a menos que aspiren a ser obispos.
También es improbable que la misiva detenga los ataques a Joseph Ratzinger, que en 25 años de administrar la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex-Santo Oficio) avaló la línea vaticana de ocultar los casos de abusos y, con una carta a todos los obispos en el 2001, ratificó que constituían un «secreto pontificio».
El contenido de la misiva a los irlandeses se ignora, pero seguramente incluirá las palabras «sufrimiento», «amargura», «renovación» y el concepto de «tolerancia cero». El texto comprenderá también unas indicaciones sobre cómo comportarse, de ahora en adelante, cuando un eclesiástico se manche con el «pecado más grave», según palabras de Benedicto XVI. Y lo «más práctico» será probablemente que, además de procesarle de puertas adentro de la Iglesia, sea también denunciado a la justicia. Algo que exigen las leyes civiles, ya que si el eclesiástico culpable ha sido protegido, el responsable moral y penal de su delito resulta ser la institución, o sea, su diócesis.

INDEMNIZACIONES MILLONARIAS / Por esta razón, los tribunales de EEUU condenaron en el 2006 a varias diócesis a pagar indemnizaciones de 955 millones de euros, y el Gobierno de Irlanda ha impuesto a la Iglesia la creación de un fondo de 2.100 millones para los resarcimientos que se deriven de los procesos judiciales. Si la Iglesia presentara denuncias ante los tribunales, la responsabilidad penal –y la de la posible indemnización– sería solo del condenado.
La Iglesia alemana ya dio un paso ayer en esa dirección al decidir los obispos que informarán a la justicia de toda sospecha de abusos sexuales. Hasta ahora, la jerarquía eclesiástica podía evitar que estos asuntos salieran a la luz si la víctima no denunciaba, por lo que numerosos casos de los últimos años se saldaron con acuerdos con las familias que incluían pactos de silencio.
Las denuncias masivas de abusos por parte de religiosos han proliferado desde los años 90. En Irlanda ya han dimitido últimamente cuatro obispos que, siguiendo las normas eclesiásticas, colaboraron en silenciar los casos. En Alemania, tras la irrupción de los jueces en un colegio religioso, ha dimitido un abad y ha sido denunciado un sacerdote, aunque se trata solo del comienzo.
Asociaciones católicas de varios países están presionando a obispos y al mismo Vaticano para que revise el celibato, aprobado en el siglo XI. Estos días, el teólogo Hans Küng, apartado de la enseñanza por el Papa cuando aún era el cardenal Ratzinger, ha escrito que «la relación entre celibato y abusos no puede ser simplemente negada; debe ser tomada en consideración». Filtraciones fiables del último cónclave, en el que fue elegido Benedicto XVI, afirmaron que las corrientes de cardenales pactaron algunos aspectos para el gobierno del nuevo papa, entre ellos la readmisión de los divorciados católicos y una revisión del celibato eclesiástico. «De llegar, será hacia el año 2050», dijo esta semana un monseñor del Vaticano.

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