Acercarse a la capital por la autopista Tíbet-Pekín siempre ha exigido paciencia, pero las recientes obras de renovación de una vía regional y el consiguiente tráfico añadido la han terminado de colapsar. Se circula a una media de kilómetro diario. Las autoridades intentan aliviar el atasco permitiendo la entrada de más camiones a la ciudad y abriendo rutas alternativas, pero han advertido que podría alargarse hasta mediados de septiembre, cuando terminen las obras. Algunos vehículos averiados y otros sin combustible deterioran aún más el cuadro.
Jugando a cartas
Las fotos de la prensa local muestran a conductores durmiendo bajo el camión y jugando a cartas en las cunetas en un clima relajado. Contextos similares en otro lado provocarían histerias, motines y desórdenes públicos, pero nadie gestiona más tranquilamente las desgracias que el pueblo chino. Las únicas quejas se dirigen al afán de lucro de los lugareños, quienes circulan entre los vehículos con bicicletas ofreciendo agua, fideos instantáneos y otros productos de primera necesidad a precios que cuadruplican los habituales.
La autopista conecta Pekín con la provincia de Hebei y Mongolia Interior y es la más utilizada para abastecer a los 20 millones de habitantes de la capital. El tráfico de camiones de gran tonelaje se incrementó desde que en Mongolia se descubrieran grandes yacimientos de carbón.
Los atascos no son raros en China, donde el gran esfuerzo gubernamental por modernizar y ampliar la red de carreteras palidece ante el crecimiento de su parque automovilístico. El año pasado superó al de EEUU y la tendencia se incrementará. Este año se venderán 15 millones de vehículos, por 11 en EEUU. A pesar de la crisis, las ventas aumentaron el año pasado un 42%, espoleadas por las ayudas fiscales.
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