El padre de las chicas de Silicona




Hideo Tsuchiya e
l empresario japonés lleva décadas fabricando muñecas sexuales cada vez más sofisticadas. Dice que «no hablan, no dan problemas, son como mascotas»

«Esta es mi favorita», exclama Hideo Tsuchiya señalando hacia una jovencita de cabello castaño y rasgos delicados, apenas cubierta por un picardías. «Aunque no me gusta su cuerpo, es demasiado tetona». En efecto, la muchacha calza un busto que impresiona, así que el hombre la agarra por el pescuezo y le arranca la cabeza de un tirón. Acto seguido, clava el cráneo en otro cuerpo bastante menos exuberante. «Mucho mejor ahora», sonríe satisfecho.

Tsuchiya lleva más de 30 años fabricando muñecas sexuales a través de la empresa Orient Industry. Al principio vendía primitivas hembras de plástico con pelo a lo Marilyn y un enorme agujero por boca. Hoy sus creaciones son de un realismo que asusta. Piel de suave silicona que se hunde al más leve contacto, flexibilidad total de brazos y piernas, esqueleto completo de aluminio; y, por supuesto, máximo realismo también en las partes íntimas, con pelo púbico real y vagina al gusto del cliente.

Entre las chicas de Tsuchiya hay rubias, pelirrojas y morenas, aunque el cliente puede diseñar a su amante a su antojo. También hay cabida para las perversiones. «Muchos japoneses sienten atracción por la inocencia, algunos hasta me piden niñas de cinco años», explica Tsuchiya torciendo una mueca. Un simple vistazo a su showroom lo deja claro: los japoneses se pirran por un pecho monumental bajo una dulce cara adolescente.

Con media vida dedicada al placer ajeno, Tsuchiya es un auténtico gurú del sexo. Gracias a sus creaciones, los hombres de su país, conocidos por su timidez y falta de autoestima, han logrado a la mujer ideal: «No habla, no da problemas, es como una mascota, pero aún mejor porque ni siquiera molesta a los vecinos», bromea.Muchos las tratan como a esposas reales, las visten con batas de amas de casa y les acarician la mano con ternura mientras ven la televisión. Así lo hace el cliente estrella de Orient Industry, un hombre de 35 años residente en Osaka que atesora un harén de 100 muñecas, en las que ha invertido 150.000 euros.«Una mujer de verdad les puede traicionar. Con mis chicas se sienten seguros», coment
a el creador.

«Los japoneses ven a la mujer como algo de su propiedad. Cuando ésta les es infiel la decepción es absoluta y el amor se convierte en odio hacia todo el género femenino», añade Tsuchiya. Por ello, estos hombres prefieren mantener sexo con un «agujero de silicona» antes que buscar una amante o pagar a una prostituta.

Pero estos caprichos sexuales no están al alcance de todos. Las muñecas más sofisticadas cuestan más de 5.000 euros y su compañía puede resultar a veces incómoda. «Uno de mis clientes quiso deshacerse de su muñeca por vergüenza ante su familia y decidió tirarla al río. A los pocos días un pescador encontró una pierna flotando y llamó a la policía pensando que era un cadáver», recuerda Tsuchiya.

Muchos clientes son hombres casados que no pueden decirle a sus mujeres que se acuestan con muñecas. Por esa razón, los compradores más avispados optan por esconderlas en contenedores de alquiler hasta el siguiente encuentro o incluso alquilan habitaciones de hotel donde las conservan como concubinas. Entre los clientes hay de todo: padres que buscan un alivio sexual para sus hijos y jubilados ansiosos del sexo que sus esposas ya no les quieren dar. De momento, Orient Industry no tiene clientes en Europa, pero su presidente avisa: si algún español desea a una de sus chicas, sólo tiene que llamarle y él se la enviará por correo.«Con anillo de compromiso en el dedo, por supuesto».

LO DICHO Y HECHO

1944: Nace en la ciudad japonesa de Yokohama. 1977: Abandona su empleo en un sex shop y funda Orient Industry para dedicarse al negocio de las muñecas sexuales. 1985: Deja atrás las muñecas hinchables e introduce el vinilo con figuras más realistas. 1999: Llega el boom de las muñecas de látex. Su empresa se convierte en un referente a nivel mundial. 2009: Investiga dotar a sus chicas de temperatura corporal y sonidos sexuales.

«Los japoneses ven a la mujer como algo de su propiedad. Con mis chicas se sienten seguros»

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